En una crítica frontal que resuena especialmente entre profesionales de sistemas y responsables técnicos de IT, LibreOffice ha vuelto a señalar a Microsoft por su estrategia de formato de documentos. Según la Fundación The Document Foundation, el formato Office Open XML (OOXML), usado por defecto en Microsoft Word, Excel y PowerPoint, no es solo innecesariamente complejo, sino que constituye deliberadamente una barrera técnica para la interoperabilidad.
Para administradores de sistemas y CTOs preocupados por la sostenibilidad tecnológica, la transparencia y el control sobre sus plataformas, esta denuncia refuerza un viejo debate: ¿hasta qué punto los estándares “abiertos” de Microsoft permiten realmente una integración libre entre entornos heterogéneos?
El problema no es solo técnico: es estratégico
LibreOffice sostiene que OOXML fue diseñado con una complejidad artificial que impide su implementación completa por parte de suites ofimáticas externas sin recurrir a ingeniería inversa. Aunque el estándar fue aprobado por la ISO, su estructura técnica —llena de excepciones, redundancias y documentación ambigua— convierte su adopción real en un reto de primer orden.
Desde el punto de vista de un CTO o un responsable de interoperabilidad, esto se traduce en una dependencia operativa. En palabras de LibreOffice: “Es como permitir que las vías del tren sean públicas, pero definir un sistema de control tan enrevesado que solo el fabricante original puede usarlo correctamente”.
El resultado es una forma de vendor lock-in que afecta tanto a usuarios particulares como a instituciones y organizaciones públicas o privadas. La suite LibreOffice, al ofrecer soporte para estándares como ODF (Open Document Format), busca evitar este escenario, pero señala que la resistencia del mercado y la falta de conciencia técnica sobre estas limitaciones siguen siendo obstáculos.
La responsabilidad compartida: el rol del usuario y del sector IT
Más allá de señalar a Microsoft, LibreOffice lanza una advertencia clara a los equipos técnicos: esta situación ha sido posible también porque durante años se ha tolerado. “Las alternativas siempre han existido, pero muchos responsables de IT han priorizado la compatibilidad inmediata sobre la soberanía tecnológica”, apuntan desde la fundación.
En contextos corporativos donde la gestión documental depende de flujos complejos y entornos híbridos, esta decisión no es menor. Migrar de Office a soluciones open source como LibreOffice requiere un esfuerzo estratégico, pero a medio y largo plazo puede significar independencia de proveedor, ahorro en licencias, cumplimiento normativo (por ejemplo, con administraciones públicas que exigen formatos abiertos) y mayor control sobre los datos.
Windows 11, telemetría y un impulso para Linux
La crítica de LibreOffice también se enmarca en el proceso de transición forzada de Windows 10 a Windows 11. La presión para renovar hardware y aceptar nuevas condiciones de telemetría y licenciamiento ha llevado a la fundación a promover Linux como alternativa viable —especialmente en combinación con su suite ofimática.
Para entornos técnicos acostumbrados a servidores Linux, usar escritorios GNU/Linux con LibreOffice puede ser una forma de alinear la infraestructura con los principios de apertura y control que se aplican en backend.
Implicaciones para CTOs y responsables de arquitectura
En un escenario donde el coste del lock-in se ha hecho más visible —desde el incremento en precios de licencias hasta limitaciones en integraciones—, muchos CTOs están reconsiderando su estrategia ofimática. La complejidad de OOXML no es solo un reto técnico, sino un coste estratégico: impide a muchas herramientas interoperar correctamente con documentos de Office y condiciona migraciones, automatización de flujos, análisis de contenido y más.
La advertencia de LibreOffice es clara: OOXML es una barrera más que un puente, y mientras se siga normalizando su uso sin crítica, el mercado seguirá dependiendo de una única visión de productividad y control de datos.
Para considerar en entornos IT:
- Revisar si las herramientas internas necesitan OOXML o si pueden migrar a ODF.
- Evaluar la compatibilidad real con LibreOffice u otras suites en pilotos.
- Considerar Linux como entorno de escritorio en ciertos perfiles técnicos o educativos.
- Exigir interoperabilidad real en licitaciones públicas y proveedores.
- Supervisar el impacto del lock-in a nivel de costes de mantenimiento y escalabilidad.
LibreOffice reabre así un debate que, lejos de ser ideológico, afecta directamente a la arquitectura técnica de cualquier organización que aspire a autonomía, eficiencia y sostenibilidad digital.