La tensión eléctrica, también conocida como voltaje, es una magnitud física que impulsa el flujo de corriente eléctrica a través de un conductor. En el ámbito de la distribución y transporte de energía eléctrica, se distinguen tres niveles principales de tensión: alta, media y baja. Estos niveles varían según la región y el país, adaptándose a las necesidades y normativas locales.
En España y gran parte de Europa, la clasificación de los niveles de tensión sigue un patrón similar. La alta tensión se refiere a voltajes superiores a 36 kilovoltios (kV), utilizados principalmente para el transporte de electricidad a largas distancias. Estas líneas de alta tensión son las que recorren el país, conectando centrales eléctricas con subestaciones y grandes centros de consumo. La alta tensión permite minimizar las pérdidas de energía durante el transporte, ya que a mayor voltaje, menor corriente y, por tanto, menores pérdidas por efecto Joule.
La media tensión, en el contexto español y europeo, comprende voltajes entre 1 kV y 36 kV. Estas líneas se encargan de distribuir la electricidad desde las subestaciones hasta los centros de transformación, donde se reduce la tensión para su uso en industrias, comercios y núcleos urbanos. La media tensión es esencial para abastecer de energía eléctrica a ciudades y pueblos, así como para alimentar grandes consumidores industriales.
Por último, la baja tensión se refiere a voltajes inferiores a 1 kV, siendo los más comunes 400 V para sistemas trifásicos y 230 V para sistemas monofásicos. Esta es la tensión que llega a los hogares, oficinas y pequeños negocios a través de la red de distribución local. Los centros de transformación reducen la media tensión a baja tensión para su uso seguro y eficiente en aparatos y electrodomésticos.
Aunque esta clasificación es ampliamente utilizada en España y Europa, pueden existir variaciones en otras regiones del mundo. En algunos países de Asia, como Japón y Corea del Sur, la baja tensión se considera por debajo de 600 V, mientras que en Estados Unidos y Canadá, la baja tensión se define como inferior a 600 V en sistemas trifásicos y 120/240 V en sistemas monofásicos residenciales.
Además, los valores exactos de alta y media tensión pueden diferir. Por ejemplo, en Estados Unidos, la alta tensión se refiere a voltajes superiores a 230 kV, y la media tensión abarca desde 2.4 kV hasta 230 kV. En China, la alta tensión se considera por encima de 110 kV, y la media tensión entre 35 kV y 110 kV.
Estas diferencias se deben a factores históricos, geográficos y técnicos propios de cada región. Las normativas y estándares locales determinan los niveles de tensión utilizados, teniendo en cuenta aspectos como la densidad de población, la extensión territorial, la capacidad de generación eléctrica y las necesidades de consumo.
A pesar de estas variaciones, el principio fundamental se mantiene: la alta tensión se utiliza para el transporte eficiente de electricidad a largas distancias, la media tensión para la distribución regional, y la baja tensión para el suministro a usuarios finales. Esta estructura en cascada permite optimizar el sistema eléctrico, garantizando un abastecimiento seguro y confiable de energía.
En conclusión, aunque existen diferencias en los valores exactos y rangos de tensión entre regiones, la clasificación en alta, media y baja tensión es una práctica común en la industria eléctrica mundial. Comprender estas diferencias es fundamental para los profesionales del sector, permitiéndoles diseñar, operar y mantener sistemas eléctricos adaptados a las necesidades y normativas de cada país o región.